Les dejo unos párrafos de mi libro Después, la libertad, donde explico por qué creo que hay que terminar con la prostitución y la trata, que veo como dos caras de la misma moneda:
Soy abolicionista porque la prostitución es un derecho masculino,
nunca un derecho de las mujeres o de personas trans. Al pagar, los
hombres se creen con derecho sobre tu cuerpo, y lo mismo
pasa con el fiolo y el proxeneta: son ellos los que mandan, nunca
las personas prostituidas. La prostitución existe porque los hombres
necesitan demostrar que tienen poder sobre nuestros cuerpos, que
pueden someternos a sus deseos. ¿Qué hay de libertad en esto, qué
hay de consentimiento? La prostitución es la negación de todas libertades y deseos para las personas prostituidas. Nuestros derechos no
cuentan, no existen en la prostitución. Aceptar que es un trabajo sería
legalizar la desigualdad, una desigualdad de género y una desigualdad económica, social, educativa. Recordemos que las personas que
están en las esquinas y en los prostíbulos son personas pobres que
no tienen otra forma de sostenerse. (...)
Las abolicionistas no criminalizamos a las personas en situación
de prostitución, sino que exigimos que se penalice a quienes se benefician con la explotación de nuestros cuerpos. Defendemos el derecho a una sexualidad libre, pedimos que se respete nuestro derecho
al placer, a una sexualidad en un plano de igualdad y, como decía
Lohana, “donde no haya ni un centavo de por medio”, porque si hay
plata de por medio, ya no decidís.
Las abolicionistas decimos que la prostitución da lugar a la trata,
por eso no distinguimos entre prostitución libre y prostitución forzada. Exigimos al Estado la restitución de derechos para las personas
en situación de prostitución a través de políticas concretas que nos
permitan mejores condiciones de vida, aunque no reunamos los requisitos que se les piden a los empleados públicos. Cuando pedimos
cupos es por estas razones, porque las desigualdades que el Estado
permitió hicieron posible nuestra explotación. Hoy es imprescindible
que el Estado garantice la plena vigencia de los derechos humanos,
específicamente aquellos derechos que dicen que nadie será sometido a esclavitud ni a servidumbre, ni a penas, torturas ni tratos crueles
o inhumanos, y que se nos debe proteger contra la discriminación.