Las amigas indispensables

Creo que para todo lo que hagamos, y especialmente para las cosas más difíciles, tenemos que rodearnos de buenas personas. Yo no habría podido darle un giro a mi vida sin el apoyo de la familia, de amigos, y de amigas como Nidia Kreig. Entre tantas cosas que hemos hecho juntas estos años, Nidia colaboró conmigo en Después, la libertad. Como parte de ese trabajo compartido, escribió uno de los epílogos, que me gustaría compartir con ustedes:

"Elena me hizo el honor de invitarme a transitar junto a ella el camino de la revisión del texto antes que este se convierta en libro publicado, me convirtió en una especie de “lectora cero”, un verdadero privilegio que agradezco de corazón. 

Fueron tres las jornadas que compartimos. Mientras leía en voz alta miraba de reojo a Elena quien a veces sonreía y otras lagrimeaba al revivir cada experiencia que volcó en un relato que va y viene, de su vida anterior a la actual, de lo que para ella significó el Yo elijo como proceso personal y lo que el recorrido del libro despertó en otras personas y lo que el encuentro con esas personas significaron en su propio recorrido. 

A veces nos tomábamos un recreo en la tarea y Elena me contaba sobre esa maestra, esa asistente social, esa chica que no alcanzó a conocer porque un accidente le cortó la vida tempranamente y de la carta que le dejó… vivencias de una riqueza que darían para varios libros y que servirán sin duda como disparadores para la reflexión y la multiplicación del mensaje abolicionista de la prostitución.

Elena -según ella misma cuenta- pasó del enojo al empoderamiento, de las heridas en carne viva a las primeras cicatrices. Esto me recuerda a lo que señala la escritora alemana Clarissa Pinkola Estes en Mujeres que corren con los lobos... que las heridas no sanan hasta que se expresan con palabras, nos curamos si contamos y probablemente se saldrá llorando pero no cargando ninguna vergüenza. Construir nuestros mantos expiatorios, mantos de batalla dice esta autora donde colgar los insultos recibidos, los desprecios, las calumnias, las heridas... Y cada tanto mirarlos para comprobar cómo II 96 pese a todo lo que nos ha pasado podemos seguir creando, cantando, soñando... mantos de batalla que son prueba de nuestra resistencia, de nuestros fracasos y de nuestras victorias.

Eso hizo Elena con Yo Elijo, construyó su manto expiatorio y nos lo mostró pero no sólo para que conozcamos su historia sino para que nos llegue el mensaje. Son muchas y cada vez más las Elenas que están en las esquinas, en los prostíbulos, en las rutas solísimas cargando sus pesados mantos de batalla. Pero no están allí por libre elección sino empujadas por la pobreza, por la falta de oportunidades, por una sociedad que ha naturalizado la prostitución y estigmatizado a las personas que están en esa situación. Elena decidió crear una organización desde donde dar la batalla colectiva y no sólo quedarse en el testimonio personal porque los mantos que se cargan pesan menos si se cargan entre todas. 

 Le agradezco la amorosidad de este convite, las tardes de mate y lecturas, esperando me disculpe las soberbias y recuerde los abrazos."