Desde la asociación Mujeres por los Derechos luchamos contra los abusos sexuales, sobre todo en la infancia y en la adolescencia, contra toda forma de violencia, pero sobre todo de violencia contra personas en situación de vulnerabilidad, y por la abolición de la prostitución y la trata.

viernes, 3 de junio de 2022

El testimonio de Mónica: “Esto no es una salida laboral”

Mis padres se separaron cuando yo tenía seis años. Se separa mi mamá y nos vinimos a vivir a Santa Fe. En ese momento éramos seis hermanos y estábamos todo el día solos, porque mamá trabajaba mucho. Nos cuidábamos entre nosotros. Fuimos conociendo lo que es Santa Fe. Nos íbamos al centro a pedir. El que iba a la escuela de tarde pedía de mañana, y el que iba de mañana, pedía de tarde.


Nos fuimos criando: íbamos a la escuela, pedíamos, nos ayudábamos mutuamente. A los 13 empecé a trabajar en el servicio doméstico, en un trabajo que me pasó mi mamá. Hice hasta séptimo grado y después un año de corte y confección, pero como se pagaban en aquel tiempo los cursos, mi mamá no me los pudo pagar. Seguí trabajando en el servicio doméstico y empecé a salir, a tener amistades. Dejé de trabajar. Conocí a un chico mucho mayor que yo, que tenía mujeres “trabajando”. Yo no “trabajaba” en ese momento. Mamá me dio permiso para salir con él. Después lo dejé. Seguí limpiando veredas, pidiendo en el centro, ayudando a mi mamá. Pedía trabajo casa por casa, ya no estudiaba. Somos ocho hermanos. Siempre fuimos muy unidos. Mamá nos enseñó a estar siempre juntos.

Cuando tuve mi primer hijo, mi marido nos mantenía, estaba todo bien. Pero mi marido entró en la droga y el alcohol y nos empezamos a llevar mal. Yo me fui de la casa, me separé de él y me llevé al bebé. No tenía plata para los pañales, para la comida. Mi mamá se enojó conmigo por la separación, así que tampoco podía ir con ella. Andaba de acá para allá, en la calle, porque prefería eso a seguir con él. Tenía amigas en el barrio. La que me inició en la prostitución fue mi hermana, la que falleció, que siempre vivió de esto. Ella iba a la casa de hombres grandes, que la vestían, le daban de comer. Un día le dije que necesitaba plata y me dijo que vaya donde estaba viviendo ella. Lo único que tenía que hacer es tener relaciones con ese hombre y él nos iba a mantener. Él la tenía bien, le daba todo, y me quedé mucho tiempo con ese hombre, hasta que crié a mi hijo, dos años. Él se portó bien conmigo: nunca me levantó la mano, nada. Solo tenía que hacer como mujer, acostarme con una persona que no era de mi agrado. Un día dije: si lo aguanté con este hombre dos años, por qué no hacerlo con otros. Así empecé a estar con otros hombres en el barrio.

Después conocí a otro chico, tuve dos hijos más. Estuve con él un tiempo y él me deja. Me quedé sola con los tres chicos. No sabía qué hacer, porque eran chiquitos. Me puse a estudiar otra vez corte y confección. Iba al hogar Juan Diego. Llevaba a mis hijos a estudiar, a bañarse, a merendar. Y después pedía en el centro. En el curso que hacía en la escuela había una chica que trabajaba en Facundo. Ella había ido conmigo a la escuela. Me dijo de ir a bailar, pero yo no tenía plata. Entonces me dijo que ella tampoco, pero que se iba a la avenida, juntaba plata y después salía a bailar. Me dijo que fuera con ella, que me iba a enseñar cómo hacer y fue todo para salir a divertirme: era lo más fácil, y me empezó a gustar tener plata. Nunca tuve un tipo que me mande ni entré en la droga ni el alcohol, por suerte. Le dije a mi mamá que yo estaba “trabajando” y que necesitaba que me cuidara los chicos, y ella me dijo que no estaba de acuerdo, pero que si era para hacer mi casa, ella me los iba a cuidar.

Estaba ahí de lunes a lunes. Cuidaba a mis hijos, amamantaba al más chico, los dejaba bañados y me iba a la avenida hasta las 11, 12 de la noche. Al día siguiente la misma rutina. Traté de darles a mis hijos la mejor educación. Estuve siempre sola. Lo hice por necesidad y porque era lo más fácil. Hacía cursos, tenía experiencia de distintas cosas, pero no me llamaban para trabajar de lo que yo sabía. Así que recurrí a eso.

Estoy tratando de dejarlo. A veces te tienta un poco, porque tengo cuentas, créditos, y yo no cobro casi nada. Tengo que mantener a mi bebé, comprarle ropa, calzado, y no me rinde, así que de vez en cuando me hago una escapada –ya no estoy en las esquinas parada–, pero ya no quiero saber más nada, ya no aguanto a un tipo sin quererlo, sin sentir que somos pareja. Espero salir adelante, terminar mi bebé, la más chiquita. Los demás ya tienen su trabajo, su familia hecha, pero la más chiquita me necesita todavía.

Siempre digo que esto no es una salida laboral. Las niñas y los niños no deben tener esta salida, no deben ser abusados. No estoy de acuerdo con eso. Tengo sobrinas y sobrinos que andan en la calle y trato de hablarles: el alcohol, la droga, la prostitución, no son el camino. Ahora hay otros caminos. No es como en mi época, que golpeabas una puerta y te decían bueno, mañana te llamo, y no te llamaban. Ahora, dentro de todo, si buscás, hay.

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