Desde la asociación Mujeres por los Derechos luchamos contra los abusos sexuales, sobre todo en la infancia y en la adolescencia, contra toda forma de violencia, pero sobre todo de violencia contra personas en situación de vulnerabilidad, y por la abolición de la prostitución y la trata.

viernes, 20 de agosto de 2021

Con los ojos de entonces y con los de ahora: testimonio de una hija

Por Susana Ibáñez


Colaboro con Elena haciendo algunas entrevistas y artículos. En esta ocasión quise saber sobre la manera en que la familia de Elena había vivido durante los años en que ella estuvo en CABA en situación de prostitución, porque lo que muchas veces olvidamos al tratar el tema de la trata y la explotación sexual es la manera que hijos e hijas viven y luego se explican una vida tan compleja. Conocí a Erica hace un par de años, en casa de Elena, y me llamó la atención su aplomo, cuán segura estaba de todo lo que decía. Intuí en esa certeza, inusual en alguien tan joven, no solo una gran inteligencia sino la acumulación de experiencias que le habían permitido comprender el mundo en su complejidad, con sus claroscuros y asperezas. Creo que en sus respuestas llega a verse eso que entreví la tarde que la escuché por primera vez.



¿Qué recordás de tu infancia en relación a tu familia, tu mamá y la escuela? 

Recuerdo haber tenido una infancia bastante solitaria. Vivíamos en Capital, por lo cual era bastante difícil tener amigos. O también porque vivíamos en departamentos, entonces no teníamos mucho contacto con la gente. Comparo con cuando pasábamos las vacaciones en Santa Fe, que era todo distinto. Fuimos con mi hermana y mi hermano casi toda la primaria allá, jornada completa, de ocho a cuatro de la tarde. Llegábamos a la hora de la merienda, merendábamos y a las diez de la noche era ley ir a dormir. Lindos recuerdos tengo de los domingos. Al comienzo era el día de estar con mi mamá. Era el día de ir al Alto Avellaneda o a Villa Domínico. Íbanos todos los domingos a comer, a jugar a los jueguitos… Te daban unos tickets que podías cambiar por lo que querías. Durante la semana era muy difícil verla. Cuando nos levantábamos ella estaba muy dormida, pero siempre se levantaba para despedirnos. Después a finales de los noventa las cosas empezaron a desmejorar mucho. Hacia el año 2000 las cosas se complicaron a nivel político. Asumió De la Rúa, cambió el código de convivencia y se vivieron momentos bastante tensos. Ya a mami no la veíamos nunca. Ella no estaba pasando por un buen momento y su pareja tampoco. Fueron tiempos complicados… En séptimo grado nos cambiaron de escuela porque nos mudamos. Eso fue terrible, porque la escuela nueva era muy distinta. Ya no comíamos en la escuela. Con mi hermana a veces nos escapábamos y nos íbamos a dar una vuelta por Congreso. Los fines de semana nos mandaban con nuestro tío que vivía en Temperley, y eso no nos gustaba. La señora que nos cuidaba ya no estaba, así que todo cambió mucho. Lo lindo de esa época era jugar entre nosotros. Los sábados podíamos ir a alquilar una película, que siempre elegíamos de terror.

¿Qué sabían vos y tus hermanos sobre qué hacía tu mamá para llevar dinero a casa?

No sé si sabíamos de qué trabajaba mi mamá. Habíamos vivido en una casa que se llamaba Texas y nosotros le decíamos “la casa grande de Garay”. Después de ahí nos fuimos y el lugar volvió a ser un local donde se explotaba a mujeres. No digo que trabajaban mujeres porque la prostitución no es trabajo sino una situación muy compleja. Un día que pasamos estaban dando unos volantes. Levanté uno del piso y vi que mostraba mujeres y decía algo que no entendí. Yo no tenía claro en qué trabajaba mamá.  Recuerdo que cuando yo tenía nueve años mamá un día nos sentó y nos explicó, pero recién pudimos entenderlo muchos años después.


¿Podés reconocer etapas en tu relación con tu mamá? ¿Cuáles serían?

Hubo muchas etapas en la relación con mi mamá. Los primeros tiempos que recuerdo es cuando compartíamos con ella los fines de semana. Recuerdo después haberla visto parada en una esquina, y era terrible: lo peor era que teníamos que ir a buscarla. Eso me afectaba muchísimo, porque era horrible tener que ir a buscarla a la esquina. Después empezó a trabajar en AMMAR, donde daban cajas de alimentos. Ahí ella empezó a cambiar,ya era otra historia. Ella empezaba a dimensionar lo que estaba pasando y a ocuparse de otras cosas. Después me vine a Santa Fe un tiempo y después volví a Buenos Aires, ya sola, con mi mamá pero sin mis hermanos, y pasé un tiempo allá. Después ya mamá y yo nos volvimos a Santa Fe, y ella compró una casa. Nunca nos llevamos muy bien, porque éramos de discutir. Yo siempre fui de pelear bastante con ella. Cuando le conté que me gustaban las chicas la situación fue compleja. Ella estaba dolida, no lo entendió enseguida y nos peleamos. Me fui un tiempo y después volví, obviamente. Siempre tuvimos una relación tirante. Recién nuestra relación cambió cuando un día ella me dijo que no podíamos convivir, que tenía que irme, que era por mí y por ella que tenía que irme. Me enojé mucho con ella, pero ese empujón me llevó a construir mi casa y a independizarme. Después me puse a estudiar Psicología Social y empecé a entender cosas que antes no habíamos entendido, empatizar con ella. Recién ahí pude curar mis heridas y acompañarla, escucharla. Pude dimensionar lo que había vivido, el contexto en el que nació, lo que fue viviendo. Entendí que era una cuestión de elección sino que la vida te va llevando. Me cambió muchísimo la cabeza. Entendí que no hay que justificar ni juzgar sino comprender, porque si no te quedás con el enojo y eso no te lleva a ningún lado. Esa fue la última etapa, la de conectar desde otro lugar. Aún hoy discutimos muchísimo, pero podemos hablar y aconsejarnos. Ella quiere que yo sea más compañera, pero soy tan independiente que me cuesta ocupar ese espacio. Las relaciones se van modificando constantemente. 


¿Qué logros tuyos y de ella te enorgullecen?

Me enorgullece que mamá haya podido dejar las adicciones y dejar la calle. Que haya podido proyectar un futuro donde pudiera tomar decisiones. Que haya podido tener su casa, tener su espacio. Que pueda cambiar las cosas, que milite. Sé que puede cambiarle el día a una piba. No puede cambiar cosas que tienen que ver con políticas públicas, con un estado cómplice, pero puede hacer algo y lo hace. Cada día ella se levanta para trabajar en esto, para militar esta causa. Me siento orgullosa de tener una mamá que avanzó, que no se quedó. Y no le resulta fácil. Lo que da bronca es que no tenga obra social ni jubilación. Tiene hipertensión y diabetes. Su salud siente el impacto de todo lo que pasó. Todo eso impactó en su salud, pero no es su forma de ser, porque ella va a seguir luchando toda la vida. En cuanto a mí, estoy orgullosa de ser capaz de ver ese proceso, de poder haber planteado otro futuro posible, problematizar la cuestión del consumo, de haberme podido recibir. Ninguno de mis hermanos pudo estudiar un terciario y yo lo pude hacer. De eso estoy muy orgullosa todos los días. 


¿Qué les dirías a chicas que están transitando infancias y adolescencias parecidas a la tuya?

Que es difícil y que las entiendo. No es fácil ver a tu mamá así, mudarse un montón de veces. No es fácil no haber podido construir un montón de vínculos cuando sos chica. Pero que se puede resignificar lo que uno vivió. Existen otras opciones que uno puede ir tomando en su vida y que hay que luchar por esas cosas. Si hoy estoy pensando en militar, en ayudar en El Rincón Cultural, un espacio de prevención del consumo donde tenemos un montón de talleres, creo que en eso me siento bien, que es mi granito de arena, mi opción de que todo esto sea distinto. Eso es posible desde el lugar en el que uno esté. Que ningún niño o niña hoy está solo y que siempre tiene que haber alguien que te escuche. La condición en que hoy está tu mamá, tu papá o quien te esté cuidando, está haciendo todo lo que puede para que estés bien. Con los años te das cuenta de lo que sos capaz de hacer. Y también quiero agradecer esto, volcar lo que uno siente. Mi mamá me enseñó que es posible pelear por las convicciones y problematizar las situaciones para buscarles una vuelta. No me parece menos importante decir que no sé si habría logrado todo esto sin el apoyo de mi hermana Jésica. Siempre hicimos un frente común para salir adelante. Nos pudimos apoyar. Para mí ella es un pilar, una persona muy importante en mi vida. Ella me mostró el camino.

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Octava colecta para bolsones navideños

Queridos amigos y amigas, tras un año muy difícil y frente a perspectivas durísimas, seguimos haciendo esfuerzos para darles nuestro apoyo a...