viernes, 28 de octubre de 2022

El abuso infantil en números y en la voz de sus sobrevivientes

Invité a Nadia Burkett, autora del libro 27, cuando me convertí en planta, para que nos cuente sobre la investigación que llevó adelante entre sobrevivientes de abuso sexual infantil. Le agradezco el aporte invalorable que hace a este blog y también que continúe trabajando por una causa a la que también aportamos desde Mujeres por los Derechos.

Nos dice Nadia:

Durante una visita a Santa Fe en 2019, cuando estaba con las tentativas de publicar mi libro “27, cuando me convertí en planta”, no paraban de mencionarme a Elena Moncada, pero fue recién a inicios de 2021 cuando nos conocimos. Hicimos un intercambio de libros entre autoras, ella me comentó sobre la lucha contra las redes de prostitución que lleva adelante Mujeres por los Derechos, y yo le comenté sobre Supervivientes Semilla, la red internacional de supervivientes de violencia sexual que creamos en 2020 junto Itahisa Collado (poeta, feminista y activista española). Ahora yo soy una Mujer por los Derechos y Elena es una Superviviente Semilla. 

Hace poco compartimos panel junto a Silvina Sierra (militante feminista abolicionista) y Mary Zerbino (periodista feminista abolicionista) en un evento que se trató, basicamente, del camino de la violencia sexual: empezando con el abuso sexual infantil, pasando por lo que sucede dentro de las redes de prostitución, siguiendo con la trata de personas, femicidios y “desapariciones”.

Para ese conversatorio, desde Supervivientes Semilla decidimos encuestar a nuestro grupo y, así, lograr visibilizar algunas de las consecuencias que la violencia sexual había producido en nuestras vidas. Hoy aprovecho este espacio para compartir parte de los resultados.

Lo que tratamos de indagar fue eso que en los datos oficiales no aparece. Siendo sobrevivientes, queríamos darle la oportunidad a nuestra gente de expresar y liberar eso que no nos preguntan o que no nos animamos a decir. Casi nadie tiene en cuenta, por ejemplo, que muchas veces las víctimas se ven obligadas o inducidas a seguir en contacto con su abusador, ni se nos suele preguntar cuánto tiempo después logramos hablar o si cuando hablamos nos creyeron.  Acá hay algunos datos que me sorprendieron mucho y otros que, lamentablemente, no sorprenden a nadie.


1) Edad en la que sucedieron los hechos

El 56% tenía menos de 14 años, le siguen con un 32% quienes tenían menos de 5 años, un 20% quienes tenían entre 14 y 18, y, finalmente, un 16% era mayor de 18 años. Cabe destacar que el 100% de las personas encuestadas se autopercibía mujer en el  momento de los hechos.

2) ¿Fue un hecho aislado o sucedió en más ocasiones?

En el 42% de los casos, la situación se prolongó durante años. Por otra parte, el 20% manifestó que se trató de varias veces, pero no recuerda con exactitud el rango de tiempo, mientras que otro 20% dijo haberlo vivido dos veces o más. Finalizando, el 14% expresó que fue una vez y el 8% restante sufrió una situación que se prolongó durante meses.

3) Era…

En cuanto a los abusadores, en el 92% de los casos era un varón y 8% mujer. 

4) Era…

En un 48% se trataba de un familiar directo, en el 36% se trataba de novios, amigos y ex parejas, y en el restante 16% una persona cercana a la familia

5) Dentro de los abusos intrafamiliares:

En el primer puesto, el 23% de los abusadores eran tíos de las víctimas, siguiendo muy pegado con un 22% los padres o progenitores. Ya en tercer lugar, el 17% de los abusadores eran amigos de la familia, en el 13% de los casos era un padrastro o pareja de la madre y, finalizando, con un 13% primos y 6% hermanos.

6) En qué ambiente sucedió/sucedía regularmente?

El 60% de las víctimas afirmó que los hechos sucedieron en su propia casa, el 14% en casa del abusador y el 12% en casa de un familiar. Con la minoría de los casos, el 6% fue en la vía pública, un 4% cibernéticamente y otro 4% en casa de un amigo.

7) Independientemente de los momentos de abuso, ¿durante cuánto tiempo tuviste que seguir en contacto con esa persona?

En esta pregunta en particular se presentaron respuestas de lo más diversas, algunas cuantificables y otras no. Como panorama general, dentro de las respuestas cuantificables, se puede decir que un 46% tuvo que permanecer 10 años o más en contacto con su abusador. Por su parte, estas son las dos respuestas no cifrables  más comunes: “Hasta hoy” y “Hasta que él murió”

8) ¿En ese momento, entendías lo que estaba pasando?

El 88% respondió que no entendía lo que estaba pasando y el 12% que sí.

9) ¿En ese momento, pudiste contarlo?

El 74% afirmó no haber podido contarlo, mientras que un 22% si, quedando un 4% que dijo “Pude expresar que pasaban cosas”.

10) ¿Te creyeron?

El 45% dijo que no le creyeron, un 44% afirmó que sí le creyeron, y un 11% expresó que la situación fue minimizada, tergiversada o excusada en falso SAP.

11) Si no entendías, no te creyeron o no pudiste contarlo en el momento ¿Cuánto tiempo después lograste verbalizarlo?

El 44% logró verbalizarlo más de 20 años después, un 32% pudo hacerlo 10 años o menos luego de sucedidos los hechos y, finalizando, un 20% entre 10 y 20 años después y el restante 4% respondió “otros”.

12) ¿Sabías dónde buscar ayuda?

El 88% no y el 12% si.

13) ¿Pudiste hacer la denuncia ante las autoridades correspondientes?

El 72% no, el 20% si y el 8% restante respondió “otros”.

14) Hablanos más acerca de este tema: si la respuesta es no, ¿por qué no pudiste denunciar? ¿Te sentías a salvo?

Estas fueron respuestas de opción múltiple, de mayor a menor:

El 77% afirmó que “No estaba listx para contarlo y después ya había pasado mucho tiempo”

El 32% expresó que “Temí que no me creyeran. No quería que me señalen y estigmaticen”. 

Un 26% dijo que “No confiaba en el sistema judicial. ‘No vale la pena’”.

Un 18% manifestó que “Tenía miedo de la reacción de mis conocidos.” 

Para finalizar, siguiendo con un 5% cada una, le siguen las categorías “Mi abusador me había amenazado”, “Vergüenza por lo que pensara mi familia y querer ahorrarle ese dolor”, “Antes no existía la posibilidad de hacer nada”, “ Aún mantenía contacto con mi abusador”, y otras respuestas relacionadas con la minimización.

15) ¿Fue esa la única agresión sexual a la que sobreviviste?

El 70% afirmó haber sufrido otros episodios de violencia sexual, y el 30% restante dijo que solo sucedió en la ocasión relatada.

16) ¿Cuáles fueron/son las huellas y secuelas que dejó esto en tu vida? A continuación enumeramos algunas de las más comunes. Por favor, no dudes en explayarte todo lo que quieras en tu respuesta.

Siendo esta una pregunta con opción de respuestas múltiples, se detallan a continuación por orden de mayor a menor porcentaje.

60% Insomnio y pesadillas.

56% Deseos de no vivir o intentos de suicidio.

56% Hipersexualidad/ hiposexualidad

48% Dificultad en el desenvolvimiento social.

40% Disociación

40% Trastorno depresivo mayor.

36% TEPT (trastorno de estrés post traumático).

32% Flashbacks/recuerdos repentinos/ disparadores

28% Fobias

28% Desórdenes alimenticios

20% TOC (trastorno obsesivo compulsivo) 

16% TLP (trastorno de límite de la personalidad).

12% Desmayos o desvanecimientos

4% Adicciones

Dando continuidad a esta pregunta, en los párrafos siguientes quienes completaron el formulario pudieron expresar libremente otras secuelas que el abuso sexual había dejado en sus vidas, y fue allí donde aparecieron otros grandes puntos comunes como: Sobreactivación del sistema nervioso (sudoración/palpitaciones/ansiedad/hiperventilación/angustia/dificultad) al momento de tener relaciones sexuales, dificultades para poner límites en la pareja, baja autoestima, retraimiento, necesidad de readaptación de hábitos o conductas, cambios y readaptación de la rutina, necesidad de cuidados o acompañamientos especiales, diversas formas de autolesión,  fuertes psicosomatizaciones en todo lo referente al contacto físico, ataques de llanto o desesperación repentina, entre otros.


Para cerrar con el tema encuesta me gustaría decir que no voy a brindar mi análisis personal acerca de los resultados, pero sí puedo decir que hay muchos, pero muchos, mitos sociales para derribar.

Uno de los más grandes estigmas con los que las víctimas tienen que lidiar a lo hora de hablar es el falso SAP. Según UNICEF en su publicación “Abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes. Una guía para tomar acciones y proteger sus derechos”, el denominado “Síndrome de Alienación Parental fue inventado en 1987 por un psiquiatra llamado Richard Gardner y consiste en que un progenitor (80 a 90% de los casos, la madre) intencionalmente aliena o programa al niño para que rechace, sin causa real, al progenitor no conviviente. Ha sido objetado como síndrome por la comunidad científica nacional e internacional. Entre otros, por la Asociación Argentina para el Maltrato y Abuso Sexual Infantil, la Federación de Psicólogos de la República Argentina, la Cámara de Diputados de la Nación Argentina, la Asociación Americana de Psicología, la Organización Mundial de la Salud, la Asociación Española de Neuropsiquiatría, la Asociación Médica Americana, la Asociación Nacional de Fiscales de Estados Unidos, la Asociación Americana de Psiquiatría”. Entonces, ¿por qué este discurso se ha seguido escuchando durante años tanto en ámbitos informales como en tribunales?

Otro de los grandes mitos es el siguiente: a la hora de hablar de una agresión o abuso sexual con acceso carnal solemos imaginarnos la típica escena de un callejón oscuro y aislado, durante la noche o una zona despoblada en donde aparece un tipo al que, además, nos lo imaginamos con pinta de asesino serial, y comete violación a través de una fuerte dominación física; la chica logra salir viva, después lo denuncia y en la siguiente escena el tipo ya está tras las rejas. Bueno, no. Lamento comunicar que, lejos de lo que preferimos creer, en la gran mayoría de los casos el violador o abusador es un conocido de la víctima. Y no, no tiene pinta de asesino serial o ex convicto, tiene la misma pinta que puede tener tu primo, tu hermano, tu hijo, tu tío, tu mejor amigo, tu profesor, tu doctor de confianza, tu vecina, tu abuela. Entonces, ¿por qué estamos en contra de todas las formas de violencia sexual, pero cuando el abusador es alguien de nuestro entorno cercano, de repente las víctimas mienten, de repente las denuncias dejan de ser “denuncias” para ser “denuncias falsas”, “les habrá parecido, se habrán confundido” o el clásico “no es para tanto”?

Esos “mitos” no sólo descansan en la ignorancia o la indiferencia de una parte de la sociedad, sino que también son promovidos y mantenidos por el pacto de silencio patriarcal en el que, como sociedad, nos resulta cómodo permanecer. Creo que asumir la realidad, tomar conciencia, informarnos, es un proceso necesario. Hay mucho trabajo de autorreflexión por hacer, es tiempo de mirarnos como sociedad y decidir quiénes queremos ser.

Por último, un enorme agradecimiento a Mujeres por los Derechos por este espacio, a Elena por su entrega y a quienes lean por haber llegado hasta acá.


1 comentario:

  1. Gracias, muchísimas gracias por esta publicación, Elena y amigas. Importantísima para derribar muchos mitos y seguir luchando contra este flagelo.

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